VELO RASGADO EN LA CENIZA

Es otra pesadilla
y sigo aquí entre estas líneas,
con el primer amor
que también fue el último.
 
¡Oh, santísima noche!
Tráeme la calma vestida de recuerdo.
Ahora sólo sé que no estoy,
porque mi paz se la llevó el viento,
orgías de versos dejé rasgadas
entre estas paredes más olvidadas
que las de mi propia tumba.
 
Y es que deseo amar y odiar,
tomar mi alma
entre los velos de la memoria
para ser hoja cremada que no vive
pero existe en las cenizas.
 
Beber vino en las calaveras,
todo se pintaba tan fácil,
el ataúd y las flores
dejando a un lado las pesadumbres.
 
Polvo fúnebre que cual veneno
hurga en mis entrañas
y acaricia la locura
hasta estrujar las pupilas.
 
No sé lo que queda de mí
sólo soy el grito extraño
que algún muerto depositó
en camino incierto.
 
Las campanas están sangrando
sobre sepulcros miserables
donde los días no tienen nombre
y las noches se llaman penas.
 
No puedo cobijar esperanzas,
soy: el tedio más enfermizo,
el miedo que niega la existencia
bajo la funesta laguna
que acompaña a los poetas.