REFLEXIÓN SOMBRÍA

Porque al final y ya con la estaca en el corazón me vengo a dar cuenta que de todos los caminos donde arrastré mi sombra el tuyo fue el más doloroso, pero también del que más disfrutó mi maldición, pues fueron tus labios los que me ayudaron a  acostumbrarme a la penumbra y al sufrimiento.

Junto a ti la nada se trasformaba en un sepulcro para guardar los secretos más enfermizos. Diariamente asistíamos al drama humano para saciar los deseos impuros que nadie pudo borrar.
 
Tu dolor y el mío cubiertos con la sangre de nuestras heridas y es que sin darnos cuenta fuimos alimentándonos mutuamente hasta ser dos almas dependientes del crepúsculo pero ansiosas de esos minúsculos rayos de luz que cobijaban a eso que inútilmente yo
llamaba ilusión.
 
Hoy me he quedado a la rivera de la vida y de tu alma que en constante melancolía te hará recordar que únicamente yo tenía la gracia para limpiar esas lágrimas que tatuaban tus párpados.
 
No necesitabas de nadie más, sólo bastaba con invocarme y yo acudía a tu plegaria sin importar el festín sangriento que mis víctimas hacían con sus sentimientos.
 
¡Ah, mis víctimas! Jóvenes ingenuas despreciadas por el amor y que preferían el abrazo sombrío y la perdición antes que continuar con su patética vida.
 
Mis víctimas… ingenuas y bellas como tú, pero a diferencia de ellas, a ti te puse el nombre de esperanza, pues no fue tu sangre la que me sedujo sino aquella tristeza que escondías en lo profundo de la mirada. El mismo mal que yo sentía en los primeros años pero que con el paso del tiempo se fue acrecentando.
 
¿Recuerdas la noche cuando nos conocimos? Cielo lluvioso y calles vacías, patéticos humanos corriendo sin dirección alguna. Mi corazón intentando latir y tú deseando estar en cualquier lugar donde no seas asechada por mi presencia.
 
La forma en que comenzamos a conocernos no tiene por qué saberla nadie y menos ahora que la extinción se acerca. Sólo me quedan fuerzas para clavar mis ojos en tu tumba y hacer más estrecha esa distancia.