«Guardo en mi pecho un trono
para la madre mía:
que aunque ella me dio el ser, yo la perdono
porque no supo el daño que me hacía»
Julio Flores
Siendo joven me dijo que la enfermedad
se iría con el paso de los años
y que esa media orfandad
ya no me causaría males huraños.
Ahora que voy a los treinta precipicios
me siento más solo y deprimido
y sin creer en los beneficios
me encierro en mi mundo desabrido.
No creo en el amor ni en las personas
para que sanen a mi ser que se derrumba
entre las palabras cansonas
que repiten: tumba, tumba, tumba…
Son muchos los inviernos sangrientos
en los que escondí el desgano
para que sus pensamientos
no se manchen con el gusano.
Si me hubiera dado a escoger una vida
no me habría inclinado por ninguna
pues donde sea pesa la herida
aunque de oro sea la cuna.