MI CORAZÓN ES UN ATAÚD

Mi corazón es un ataúd, ya no sé si late o tan sólo simula latir para no parecer indiferente a las absurdas comparsas. Recuerdos, tengo muchos, pero están varados en el otoño cuando mis alas sincronizaron su agonía para caer en la barrera del remordimiento entre heridas salpicadas de lágrimas.
 
Estoy condenado a contemplar como llueve en mi inconsciencia y en los cientos de fantasmas que arrastran a lo poco que me queda de alma.
 
Resulta difícil comprender cómo todos los hilos que se escapan de mi boca llevan el color de la tristeza mientras la enfermiza tempestad va cubriendo a las ilusiones que una vez me acompañaron.
 
Ahora mastico la dura pena que es sustento del olvido hasta convertirme en argumento de un poema trágico, pues este grillete existencial que cargo entre mis lagrimales poco a poco va ganando terreno.