En la fía arboleda
donde se esparce mi quebranto,
tu mirada de geranios, destaja en el ambiente
un miserere de colores desflorados,
que pronuncian mi nombre,
como una aberración enramada
sobre un jardín de sepulturas,
que ansiosas desean acariciar tu cuerpo,
para luego estrechar sus lenguas
hasta el ocaso donde descansa mi miserable alma,
tus labios semiabiertos al destello de mis laceraciones,
los acaricio entre los negros espinos
de mi sangrante imaginación,
para tenerte sobre las siete lunas de mi crepúsculo
invocaré a la muerte
para que arrastre por tus entrañas
la letanía de mi amor.