EL LADO OSCURO DE SATÁN

Un día satán bajó a la tierra

y sin temor a enamorarse

escribió en el árbol de judas:

«las ilusiones que tejen los hombres

a veces se convierten en cruces

imposibles de cargar».

 

Horas más tarde

una mujer suspiraba

y dibujaba pentagramas con sus fluidos.

 

Era ella, la amada de nunca,

en el suspiro de los cisnes degollados,

mujer, de clima cambiante,

con estaciones marchitas

y volcanes activos.

        

Luto a tu desdicha satán,

has encontrado un sentimiento

con el que nunca jugarías,            

tu alma ahora frágil

yace mojada en los pétalos

que huelen los muertos.                   

        

Hete aquí, con tristeza y con frío,

hincado ante tu propio sepulcro

que también es el suyo

desde el día en que se bañó     

con las aguas teñidas de sangre.

        

Saliste de tu infierno

para caer en otro infierno más doloroso:

el suyo,

que lleno de congoja te

congeló el alma.

        

En lo profundo de un abismo

has sepultado tu corazón

para que dios no sienta pena de ti,

o no te vea vulnerable antes del Armagedón.

                        

No sabes sí quedarte a su lado

o escapar de esta ridícula vida

que has tomado prestada

a un asesino: cansado ya del su oficio.

                          

Sobre la luna una serpiente

cambia de piel

mientras copula con los hijos de Eva.

       

¿Recuerdas los tiempos de macho cabrío?

doncellas se ofrecían a ti,

ahora tú estás a los pies de ella,

llevando las flores

que nacen a orillas del Letheo.

       

Todos tienen su lado oscuro,

desde una virgen,

hasta los que se dicen sabios,

el tuyo, es el amor,

abajo de una cama de ataúdes,

encima de la soberbia,

en la bifurcación que lleva al cielo o al infierno.

        

       

El mundo no es tuyo, ni de los dioses,

le pertenece a tu amada

en el te quedarás para aprender a ser feliz        

porque le has regalado tu existencia

y caminar juntos es tu último deseo.

 

¡Sí pudieras suicidarte!

Escribirías cartas a la muerte para que te abrace

Con las caricias de la madre

Que nunca tuviste.

        

En un sendero los muertos

riegan con su sudor los resquicios de una ilusión:

la tuya, que llena de espinas espera florecer,

en aquellos labios.

 

Después de algún tiempo

satán quiso largarse de la tierra

pero le fue imposible,

postrado a una cama, con camisa de fuerzas,

recibía a su única visita.

        

Era ella, la de siempre,

dispuesta a limpiar las heridas

de tan satánico amor.