En esta noche, tal vez ya próximo al fin,
el dolor me brinda su inspiración ruin,
para dejar en tu corazón las palabras
de mis horas abatidas y macabras.
Nací igual que todos: por hecho involuntario,
sobre un cáliz trisado en el rojo sudario,
sin pena y sin gloria escaparon mis sentimientos
como la crujiente sangre de lúgubres lamentos.
Una negra enredadera de hirientes abrojos
manchó con fatalidad mis inocentes ojos,
desde el primer instante, momento aquel
en que la existencia me recubrió de hiel.
Mi vida siempre fue una poética alimaña,
con triste principio y barbaridad extraña,
donde sólo la oscuridad me brindó amparo
volviéndome misántropo y sin ningún reparo.
Y esa tonta complicidad de los florales años
que trajeron más lágrimas y nuevos desengaños,
¡Mi corazón regaba un crujido en el espejo
que opacaba al niño, para mostrar al viejo!