ADVOCACIÓN PARA UN VELATORIO

 
Elegía I
 
Heme aquí, arribando desde puertos lejanos
para anclar mi introspección
a las orillas de tu funeraria,
los llantos semejan una ola furiosa
que derrumba mis emociones
hasta convertirme en un maldito más
que pasará sobre tu muerte.
 
Siento como los gritos
se envuelven con telones negros
donde las rosas son faros
que se llevan un pedazo de tu alma,
sufro y razono: en si tenderme a tu lado
o quedarme en la fila del olvido
junto a cada uno de tus amantes.
 
No he traído flores ni plegarias
y nunca he aprendido a rezar,
mi única ofrenda será quedarme contigo
cuando todos cierren tu última puerta,
tampoco lloraré, pues todas mis lágrimas
se marchitaron en ese ayer
que dejaste en mi soledad.
 
 
 
Elegía II
 
Las campanas entonan su réquiem,
mientras las cuerdas de tu cuerpo
se rompen en largas cadencias,
ya no intuyes mis sentimientos,
ni contienes los miedos,
la insólita imagen que guardarás
será la de tu cuerpo agusanado.
 

Ha llegado la hora que todos temían,

levantan con estupor tu caja
pero hay cierta malicia en sus gestos,
pues fuiste perdición de almas ingenuas,
pequeño fruto: seductor y peligroso
donde yo también até mis labios
para recoger dolientes astillas.
 
No habrá regreso a la casa que blasfemaste,
sólo te espera este largo camino
que yace roído por sollozos,
la procesión avanza entre la lluvia
y la queja de mis versos:
sombríos como el jardín
donde servirás de inspiración a los muertos.
 
 
 
Elegía III
 
Hemos llegado a la ciudad dormida,
las flores que una vez competían a tu lado
hoy sirven para esconder la congoja
y cada pétalo pasa sobre ti
con esa arrogancia que consiguieron quitarte,
 
¡Descubro que lo inevitable
sólo es una sombra de lo que ambos perdimos!

Pero no tienes por qué atormentarte,

yo seré tu sepulturero, tu tribunal,

tu inquisidor, tu expiación y tu castigo,

luego de la tediosa ceremonia

frotaré tu alma con mi sangre

hasta que germines en la ilusión

de ser hoja para mis versos desahuciados.

 

Mi corazón se revela crepuscular,

mientras a nuestro alrededor los difuntos

hacen un gesto de repugnancia,

estoy tendido sobre tu tumba

buscando el aroma de la obsesión

para nunca dejarte descansar en paz,

¡Serás el precio con que sobornaré a Caronte!.