CAMBIO DE PIEL

Cambio de piel porque la seda es muy poco para mí y porque no encontré tela tan negra para recordarte cómo debía hacerlo.
 
Cambio de piel cada que repto en caminos desconocidos para hacer con las huellas algo diferente en esta locura de vida, donde un día se me antojó amarte.
 
No conozco otro itinerario más que mi propio instinto al que trato de aferrarme, mientras mi lengua bípeda divide tu aroma en dos nidos a los que siempre cobijo con mi esencia constrictora. En el uno guardo tus recuerdos más enfermos y destructivos; en el otro simplemente la ilusión de poder calentar mi sangre para que en las noches frías mi cuerpo se convierta en tu lecho sublime luego de que manos bastardas marchitaran tu felicidad.
 
Mi veneno, como lo llamas tú, guarda en su interior el vino con que patéticas almas desatan sus vínculos con esta realidad. Mi veneno es la amargura de Dios que en su impotencia por un humano tan imperfecto buscó esconder sus lágrimas en aquello que todos repudiarían.
 
Al inicio de los tiempos profetizaron que una mujer vestida de gala me pisaría la cabeza, pero jamás hablaron de ti, ni de tu habilidad para pisar mi corazón, no obstante, sin pies y sin alas me las ingenié para llevarte rosas desde el paraíso perdido, pues aquello que duele es lo que en realidad se quiere, por más que osabas torturarme no pude apuntar mis dos jeringas llenas de cianuro hasta tus pies que siempre iban en dirección contraria a la mía. 
 
Cada que puedo escapo a una ciénaga para soñar con tranquilidad ya que es aburrido eso de que todos escapen cuando se percatan de mi presencia. Me hundo en el sopor para sentir por lo menos ahí la dicha de poseerte. Sueño que llegas vestida con todas las pieles que yo abandoné en la jornada y que en tus manos traes la copa llena del llanto que derramé en la puerta de tus sentimientos. Sueño que te desnudas lentamente en una danza divina pero que es más oscura que cualquier misa negra.
 
¡Ah! Sueños y más sueños que tal vez nunca llegarán a cumplirse. Imágenes que ahora me despiertan y me recuerdan que deberé arrastrar mi vientre en esa tierra tan sucia y llena de espinos.
 
Morderé el polvo para sentir la fragancia de vidas menos miserables, me mancharé con sus migajas de amor hasta que me duela la existencia, luego cambiaré por última vez de piel y si encuentro razones suficientes treparé hasta tu cruz en ese cementerio donde no te he visitado nunca.