Beber de tu sangre impura
dulce sueño que me ata a la amargura.
Tú mueres en el fuego, yo muero en la ceniza
de una herida que nunca cicatriza.
Y así como se apaga el día
la noche también apaga la alegría.
No digas que no nacieron mis plegarias
si nunca conociste el aroma de las funerarias.
Me arrastró a la orilla de tus ojos
para dejarte estos despojos.
Siempre fuiste ángel de mi patrimonio
pero entre tú y yo sangró el demonio.
Poeta todo maldito y harapiento
tuve que comer las raíces del sufrimiento.
Me voy de ti y a mi alma reto
para que no se quede a los pies de tu esqueleto.