ADELAIDA

Entre tu amor y el mío, solo queda el hastío
contigo fui agua en los labios del diablo,
animal muerto que abonaba el establo,
mi bella, idolatrada sobre el cadáver frío.
 
Tu sangre vi morir a orillas de un río,
herida que sin tiempo y sin vocablo
caía a los pies de mi fúnebre retablo
cual hoja seca, cobijada en el vacío.
 
Tus fantasmas vi a la hora del fastidio
cuando el veneno navegaba en las venas
hasta llegar al muelle del suicidio.
 
En dulce cráneo donde bebí tus penas
clave la cruz invertida de mi presidio
y rompí con dios y con a vida las cadenas.
 

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